miércoles, 23 de octubre de 2013

ACERCA DE ENAMORAR (SE) Y AMAR



Milagros Mata Gil y Juan Francisco García

Ahora que estás escribiéndolo, no sabes qué parte de ello es realidad y qué parte literatura. Es tan íntimo el vínculo entre lo que sientes, lo que piensas y el deseo de darle forma estética a eso que sientes y piensas que no sabes ya cuál es la frontera, ni si de súbito un territorio real, un sentimiento real, se transforman en objeto de arte o en ficción literaria... Esta mañana, ante el magnífico amanecer, lujo de colores que deparan estos días, sentiste que la felicidad residía en esas cosas pequeñas: percepción de una flor, el agua desgranándose bajo la luz, el olor a yerba recién cortada... No es la primera vez que te invade esa completitud ante algo que parece ser insignificante, algo que pasa desapercibido la mayor parte de las veces: un arcoiris entrevisto en la carretera, un sorbo de buen café, las montañas recortándose con trazo y dimensión perfectos contra el cielo casi índigo. También esto, supones, a veces, cuando no te hiere, cuando no te irrita, cuando no te molesta.

En algunas oportunidades has sentido una rabia explícita y terrible. Has sentido el deseo de arrancarte el cuerpo, de arrancarte del pecho el sentimiento que te debilita, que te hace sentir estúpida. Hay en esa rabia un dolor tan grande que es casi físico. Entonces, sólo tratas de respirar, sintiendo cómo el aire entra en los pulmones y entonces todo se va calmando, todo va volviendo a su lugar, el dolor desaparece suavemente y sólo queda cierta leve irritación, cierto desgano, cierta melancolía que también se deja atrás cuando la cotidianeidad te alcanza y te alcanzan los deberes, los derechos, el sonido del televisor antes de dormirte, la tentación de un libro o de una música.

De cualquier forma, aunque te quemen rabia y pudores, has decidido a entregar estos textos. Necesitas que otro sepa de estos atroces prodigios antes de que las erosiones de Agosto y sus ocios y placeres arrasen su belleza. Porque no puedes negar esa belleza (no es posible negarla) ni lo que ella ha supuesto y producido, y que es mucho más de lo que tú piensas, o de lo que otros pudieran pensar, porque no se saben aún sus consecuencias finales. Y no puedes negar cómo él, o esto, o como se llame, ha enriquecido tu vida.

Lección Nº 4:
DE CÓMO UN SENTIMIENTO ABRUMADOR SE TRADUCE EN ESCRITURA Y SE TRANSFORMA EN ESPEJO, CON TODAS LAS DERIVACIONES QUE ELLO IMPLICA, INCLUYENDO LAS POSIBILIDADES DE DIMENSIONARLO MEDIANTE LOS POSTULADOS DE LA GEOMETRÍA CURVA.


Primer Inter-Texto de Juan Francisco García

Para poder estudiar las diferencias entre amar y enamorar-se es necesario ampliar los términos, es decir, hay que también abordar las palabras afecto, amor y querer. Los dos verbos iniciales (amar y enamorar-se) se conjugan en la lexia del afecto. Afecto es adjetivo, registrado hacia 1588 y está tomado del latín affectus, participio pasado de afficere poner en cierto estado, derivado de facere (hacer, según Corominas, 1990). El afecto es ponerse en cierto estado sentimental y está unido al darse cuenta, al tomar conciencia de que se está en ese cierto estado. Por ello, María Moliner (1979) en la primera acepción, señala afecto en un sentido amplio como sentimiento o pasión. Luego, añade: Acualquier estado de ánimo que consiete en alegrarse o entristecerse, amar u odiar. El afecto está ligado a las nociones de inclinarse (Casares, 1978) o aficionarse a algo, lo que corresponde a la primera entrada del DRAE. También está ligado a conquistar, dejarse atraer, dejarse conquistar, amar, enamorar-se y odiar. Ahora bien, todo sentimiento o cualquier estado del sentimiento se inserta de hecho en afecto, que funciona entonces como palabra-matriz, o, como se dijo al principio, lexia. Afecto, paradójicamente, es un verbo considerado de acción por excelencia debido a su parentesco con facere (y no de pasión, ni de padecimiento, a pesar de los padeceres que su acción pueda provocar).


10 de Julio de 1998

Te es difícil (te ha sido muy difícil) aceptar ante otro lo que apenas si has podido aceptar ante tí. Quizá por eso escribes. Para ver si reflejándote en el papel (ese espejo opaco, al decir de Seferis) puedes entender las circunstancias. Revalorizarlas a la luz de lo que la gente sensata acostumbra llamar la madurez, la adultez y el sentido crítico.

En el principio, fue ese resplandor, esa iluminación, esa transfiguración de los espacios cotidianos, esa felicidad que te hacía pensar cada vez que debías verlo que aprendste en la primerísima juventud:

Hoy la tierra y el cielo me sonríen
Hoy llega al fondo de mi alma el sol
Hoy lo he visto: (lo he visto y me ha mirado!
Hoy creo en Dios.


De pronto, a la entrada de lo que semejaba un tranquilo, pacífico, otoño (aplacadas las terribles hogueras del corazón y la carne por la fuerzas de las tormentas) y cuando escribías versos acerca de sachets perfumados rellenos de flores secas, surgió ese resplandor, te me devolviéndote la capacidad de apreciar ese tiempo que bulle entre el fin de la primavera y el principio del verano. Eso cambió tus perspectivas. Viste entonces con claridad las cadenas que te habías impuesto y las desechaste. Sin tantas presiones, te sentiste ligera y feliz. Por primera vez en mucho tiempo, la levedad del aire era capaz de internarse profundamente en tus pulmones y eso alteró el control sobre tus sentidos y tus sentimientos.

Luego, vino un período de reflexión. Hubo miedo y dolor. Te aterrorizaba el vértigo ante el abismo: ¿caer hacia dónde?¿caer hacia qué? Te aterrorizaba también la ambigüedad de la situación. Porque a veces te habías sentido como una novia inocente y pletórica de inocencia, tan cálidamente cercada por cierta atmósfera, una novia tan armoniosamente situada en el mundo junto a alguien a quien descubría con destellos casi esplendorosos, alguien que daba seguridad sin cadenas, en quien era posible reconocer un igual, o, mejor, un maestro. Pero nada indicaba que eso no fuera una ficción generada más por tu deseo que por los elementos de lo real.

Segundo Inter-Texto de Juan Francisco

Veamos ahora amor y, en ciernto modo, afecto, pero ya en otra acepción. Amor, según Corominas, proviene de amar y está registrada hacia 1140. Para el DRAE, amor es el sentimiento que mueve a desear que la realidad amada: otra persona, un grupo humano o alguna cosa, alcance lo que se juzga su bien, y a procurar que ese deseo se cumpla, y a gozar como bien propio el hecho de saberlo cumplido. Esta primera acepción parece moverse hacia el altruismo y supone un amor puro y abstracto. Por su parte, Moliner dice: Asentimiento experimentado por una persona hacia otra, que se manifiesta a desear su compañía, alegrarse con lo que es bueno para ella y sufrir con lo que es malo. Para esta autora, la primera definición se encamina hacia el amor de pareja y plantea un amor concreto, alejado de la abstracción de la primera del DRAE. Mientras que Casares admite en su primera acepción: Asentimiento afectivo que nos mueve a buscar lo que consideramos bueno para poseerlo o gozarlo. Es una definición más general, si se la relaciona como Moliner, pero más limitada, si se la compara con la de la Academia. El amor es visto como posesión y goce. Es movimiento y eso lo une con enamorar-se. Para el Diccionario Vox de la Encarta Multimedia (1997), el amor es vivo afecto, inclinación hacia una persona o una cosa. En un segundo campo semántico, el DRAE, Casares y Vox asumen que el amor es apetito sexual, pasión, atracción y atracción afectiva. En cuanto a enamorar-se, el Vox da tres acepciones, a saber: 1. Tener amor a personas, animales o cosas. 2. Tener amor a seres sobrenaturales. 3. Desear, aspirar al conocimiento y disfrute del ser amado. Esta última recuerda el amor intellectualis, de Spinoza, aunque para él, este tipo de amor era exclusivamente dirigido a Dios. Pero esta tercera acepción y su vertiente spinoziana remiten al amor idealizado: ese punto intermedio entre el amor altruista y el amor de pareja. El que ama hace cosas por el amado, aunque jamás llegue a poseerlo y aunque jamás se entere. El amor así concebido genera grandes proezas. Todo lo puede y lo mueve, como la fe. Y no espera nada a cambio, aunque en el fondo se piensa en el milagro de la recompensa.


OTRO ACERCAMIENTO

Enamorarse es como vivir dentro de un relámpago que, en medio de la más oscura noche, permite vislumbrar un paisaje. La visión puede ser clarísima, pero el relámpago mismo es efímero. Enamorarse es como vivir dentro de la llama de una lámpara de alcohol: una llama azul y leve que consume velozmente el combustible que la alimenta. Enamorarse es, como decía Andrés Eloy Blanco una brasa que vive de su propia quemadura. ¿Dura seis semanas tal iluminación, tal y como aseguran los psicólogos clínicos expertos en neurosis? Quizá. Tu racionalismo, tu deseo de explicar y controlar los acontecimientos, te han convencido de que después de seis semanas la quemadura de amor que ahora sientes habrá sanado: será una levísima cicatriz clara en el espíritu, un precioso recuerdo y este montón de palabras que te negarás a evocar e inclusive a reconocer. Y si escribes como si fuera una carta, si hoy te has decidido a escribir, es porque crees que tienes derecho de saber, a pesar de la condena de esa efimeridad (¿sólo lo efímero es eterno?).

Tercer Inter-texto de Juan Francisco

El verbo enamorar-se es un verbo incoactivo, porque indica el momento de iniciarse el suceso, es decir, indica el momento en que se inicia el proceso de amar. Los verbos incoactivos, señalados por Werner (1980) son verbos de duración brevísima como empezar a, palidecer, ruborizarse, madurar, florecer, sonar. Recuérdese para ello la primera acepción de María Moliner para enamorar-se: “empezar a sentir amor”. Por su misma condición, enamorar-se es un verbo mutativo, es decir, indica una transición hacia otro estado: enamorar-se es el camino entre no-amar y amar: entre el dicho y el hecho. Hay en eso implícito un cambio de estado del ánimo. Se vive el sentimiento, o, mejor, se padece y no es posible hacer nada para detener ese padecimiento. Sólo cuando está instaurado el sentimiento del amor es cuando es posible alimentarlo o destuirlo. De cualquier manera, y, citando a Herrero: amoris vulnus idem sanat qui facit (la llama del amor sólo quien la hace la apaga).


SEGUNDO ACERCAMIENTO
19 de Julio de 1998

¿Lo amas? (Te preguntas)¿Es eso que sientes Amor che muove il sole e l’altre stelle, como dice el Dante?¿Es el sentimiento que ilumina y vivifica, transfigura y revela, da dolor y libertad, paz y conflicto, y sostiene así la arquitectura del mundo? Pero si así fuera, la experiencia sería (quieres creerlo) distinta: sería un sentimiento contemplativo y altruista, una idealización que ardería hasta extinguirse, una especie de fuego fatuo. A menos que el otro, el amado, alimentara su esencia de pasión y transmutara hacia otra cosa, aún indefinida, materia onírica en la que jamás te has atrevido a pensar... ¿Y sería posible que el otro lo alimentara, que lo reconociera y lo aceptara más allá de todo prejuicio o límite? Las preguntas son retóricas: aluden a una potencialidad y no a un hecho, pero aun si se refirieran a uno, no requieren respuestas. Porque has comprendido al fin lo que Platón decía en cuanto a que después de haber contemplado lo ideal y puro del objeto amado una y otra vez, su imagen se revela, mas ya no puede ser representada como imagen sensible, sino que se representa ella misma, sin mutaciones, sin aumento, sin desgaste.

Por otra parte, y, como lo expresó tan exacta y radicalmente San Pablo:

Si yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles y me faltara el amor, no sería más que una campana de bronce que toca y toca y resuena y resuena. Si yo tuviera el don de la profecía, si conociera todas las cosas, las abiertas y las secretas, con toda clase de conocimientos, si tuviera tanta fe como para trasladar de sitio los montes, pero me faltara el amor, nada sería. Si repartiera todas mis posesiones y hasta mi cuerpo entregara para ser sacrificado y fuera llamada una persona generosa, pero sin tener amor, de nada me serviría.
(Carta a los Corintios, I: 1-3)

Cuarto Inter-Texto de Juan Francisco

Enamorar-se se reporta como un estado, pero obviamente relativo, muy relativo, quizá con el verbo estar. Lo que se quiere es retener ese instante o breve momento de enamorar-se: la llama que surge, el vivo afecto. Si se acepta que querer –que también se vincula con este verbo- tiene entre sus acepciones investigar e inquirir, es posible aseverar que una persona se enamora de otra a partir de lo que esa otra estimula. Luego, se comienza a ver si la otra persona, se indaga si la otra persona siente algo parecido. En palabras de Casares, se tiene, cuando se está enamorado, suficiente sentimiento afectivo como para moverse a buscar. Y, por último, obtenido el consentimiento del otro, se concibe o se engendra el amor.


TERCER ACERCAMIENTO
20 de Julio

Ahora, después de una lluvia fuerte y sólida, el sol recupera sus fueros. El jardín luce verdísimo y las trinitarias florecidas se inclinan, brillantes por el agua y la luz. Así son los humanos, como ese jardín, como estos ciclos de lluvia y no lluvia... Todo es tan profusamente hermoso que no sabes ni cómo expresarlo, ni cómo alejarte de la máquina y de la ventana abierta hacia el jardín para terminar esta ¿carta? (que jamás debiste empezar, que enviarás nunca).

Quinto Inter-Texto de Juan Francisco

El enamorar-se es de gran intensidad, de corta duración. Una persona pudiera morirse por la profundidad y la fuerza que puede alcanzar la sensación. Pudiera compararse a la que produce el Orinoco en Agosto frente a la Laja de la Zapoara. El amar y el querer son sentimientos y emociones más uniformes y duraderos. Sin embargo, pueden carecer de la virtud del enamoramiento, que en sí melle et felle est fecundissimus (fecundísimo en miel y en hiel).



Ciudad Bolívar, Agosto de 1998
Milagros Mata Gil y Juan Francisco García

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