viernes, 29 de marzo de 2013

CUANDO ME VAYA (JOAN MANUEL SERRAT)




Me iré despacio un amanecer
que el sol vendrá a buscarme temprano.
Me iré desnudo, como llegué.
Lo que me diste cabe en mi mano.

Mientras tú duermes deshilaré
en tuyo y mío lo que fue nuestro
y a golpes de uñas en la pared
dejaré escrito mi último verso.

Y a la grupa
del terral, mi chalupa
de blanca vela peinará el mar.
¿Qué soledad te vendrá a buscar?
Cuando me vaya.
Cuando me vaya.

Luna tras luna, llamándome
bajarás donde el azul se rompe.
El viento te abrazará de pie
hurgando el vientre del horizonte.

Una sonrisa se esfumará
rozando el borde de los aleros.
Tu boca amarga preguntará
¿Para quién brillan hoy los luceros?

Y las olas
sembrarán caracolas
arena y algas entre tus pies.
Los besarán y se irán después
hacia otra playa.
Cuando me vaya.

Me iré silbando aquella canción
que me cantaba cuando era un crío
un marinero lleno de ron
por si en verano sentía frío.

Me iré despacio y sé que quizás
te evoque triste doblando el faro.
Después la aldea quedará atrás,
después el día será más claro.

Y ese día
dulce melancolía,
has de arrugarte junto al hogar.
Sin una astilla para quemar.
Cuando me vaya.
Cuando me vaya.

jueves, 21 de marzo de 2013

miércoles, 20 de marzo de 2013

BREVES DATOS BIOGRÁFICOS



Nací el 17 de abril de 1951, hija de Cira Gil y Jorge Mata. Durante tres años, fui hija única y desarrollé un temperamento caprichoso e iracundo que terminó por preocupar a mis padres. Recuerdo que mi madrina Carmen Sarabia me leía cuentos de hermosos libros grandes e ilustrados. Fui muy temprano a la escuela, a los cuatro años, creo. No a un jardín de infancia sino a una escuelita donde enseñaban a leer, escribir y manejar las cuatro reglas aritméticas. En aquellos días, había que esperar hasta los siete años para ingresar a la educación formal. Cuando eso sucedió, yo estaba muy adelantada para mi grado, y los maestros insistieron en promoverme dos grados, pero mi madre, sabiamente, se negó a ello. En efecto, todo lo que tenía de madurez intelectual era igualmente proporcional a mi inmadurez emocional.

No fui una niña inquieta, sino todo lo contrario. Mis rabietas y caprichos se fueron superando cuando comencé a leer. En 1959, mi familia volvió a Angostura (desde Caracas) y me inscribieron en un colegio de monjas severísimas, el Colegio de la Divina Pastora. Allí estuve hasta el sexto grado, cuando, por mi decisión, entré al Instituto de Comercio Dalla Costa, donde obtuve el título de Bachiller Comercial con muy alto promedio. En el Dalla-Costa estaba la biblioteca del poeta Héctor Guillermo Villalobos. Una biblioteca riquísima que leí poco a poco casi toda: Balzac, Flaubert, Baudelaire, Rimbaud, Petronio, Sade, pero también Ramón Díaz Sánchez y Rómulo Gallegos. Allí descubrí mi vocación de escritora, en principio, de poesía.

Estudié después en el Instituto Pedagógico de Caracas. Días felices, de aprendizaje y de las mieles del primer amor. Hubo tiempos amargos, pero yo era lo suficientemente fuerte como para soportarlo. Esos amores terminaron en una amistad como el meandro de un río. Después, me casé, tuve cinco hijos y el tiempo transcurrió. Nos mudamos a El Tigre en 1977 y, aunque muchas veces me fui a otros lares, siempre volvía allá. Estudié periodismo en la UCAB, pero me negué a graduarme, porque me parecía más divertido ejercer sin título. Todos esos años, y desde que yo tenía 13, trabajé en periódicos, desde ser correctora hasta secretaria de redacción. Eran tiempos de periodistas cultos que no habían pasado por ninguna universidad y que me enseñaron muchísimas cosas.

Mi inclinación a la investigación académica, me llevó a trabajar recogiendo letras de mare mare entre los kari'ña de Guanipa y en eso anduve entre 1978 y 1984. Ese año emblemático supuso la renuncia a toda mi vida anterior para dedicarme a la escritura.Desde entonces, vivo por y para ella.

Para poder asumir la escritura, tuve que renunciar a muchas cosas, entre ellas a mi matrimonio. Casi de inmediato me uní al poeta Néstor Rojas, que me estimuló para que escribiera con denuedo y disciplina y concursara. Después de quice años, Néstor y yo nos separamos definitivamente y cada uno buscó su vida. Mis hijos ya estaban grandes, casi todos graduados en educación superior y yo me dediqué al trabajo de creación y consolidación del Centro de Estudios Literarios de la Universidad Nacional Experimental de Guayana. Con las variaciones epocales, el CEL aún subsiste.

He sido de todo un poco y a mi manera.

En el año 2006 me casé con el doctor Enrique Carnevali Villegas y vivimos en el campo un breve lapso de perfecta felicidad. En 2007, enviudé.

Cuando gané mi primer premio en literatura, me regalaron un afiche que decía: "No dejes que una derrota te derrota; ni dejes que una conquista te conquiste".

RETRATO

MILAGROS MATA GIL